miércoles, 13 de febrero de 2013

El profesor en su soledad


Hace ya muchos años recuerdo que cayó en mis manos un artículo de esos típicos de suplemento dominical. Hablaba del bebedor de fondo y acompañaba al texto una sórdida foto  en blanco y negro de un hombre aparentemente joven, sentado solo ante la barra de un bar en la que nadie le acompañaba en ese ahogar las penas de sus miserias personales. Ni tan siquiera se veía al camarero, cómplice imprescindible en esos menesteres.

Yo muchas veces, más de las que me gustaría, en mis ya más de treinta y un años de profesión, me he sentido y me siento como ese personaje. La imagen sería bien distinta. Cambiaría la barra de bar por una vetusta mesa de madera, el resto del espacio lleno de pupitres y sillas incómodas en vez de mesas redondas con las suyas correspondientes y, como colofón, aparecería el profesor con la mirada perdida entre sus alumnos, mientras sujeta un pedazo de tiza blanca en su mano que aprieta contra la pizarra.

La reflexión que me ha llevado, por asociación de ideas, a este recuerdo es bien sencilla y no, por no deseable, poco habitual. Muchas veces me siento sólo en la barra del aula, echo de menos esa compañía que me permita mirar con más entusiasmo mi labor, que me ayude a apurar la copa de la vocación que como el primer día sigue a rebosar, que me empuje a empatizar mejor con unos alumnos que sé que me quieren un montón, pero a los que no puedo atender como a mí me gustaría… hay tantos vacíos en nuestra profesión.

En uno de esos momentos de soledad que todos los docentes tenemos en más de una ocasión, en los que damos vueltas y vueltas a lo que hemos hecho, hacemos o podríamos hacer, nos vienen a la cabeza una y otra vez todos los impedimentos que hacen de nuestra labor algo que, en vez de ser esencial, la convierten en simplemente de andar por casa, como el apaño que hacemos mientras llega el profesional que nos arregla la lavadora que se salía por aquél agujero.

Tras la soledad, como en el caso del bebedor de fondo, también afloran los problemas que nos han llevado a este punto, comprobando que lo malo es que no todos están bajo nuestro control, no en nuestras manos. Alumnos cuya educación deja mucho que desear, sin motivación, enfrentados a un mundo que no es el suyo y aprendiendo cosas por embudo que ni les van ni les vienen en muchos casos. Papeles y más papeles, reuniones y más reuniones sin más fin en su mayoría que cubrir un expediente que dormirá el sueño de los justos, o en el peor de los casos será revisado por alguien que… la urgencia de unos y otros por llegar a ninguna parte anulando gran parte de nuestro trabajo, minando nuestra vocación.

Resumiendo, que esta soledad que se siente tan adentro y que deja sin aliento a muchos de nosotros, no sería tal si todos los profesores supieran serlo arrastrados por su supuesta vocación, si los padres ejercieran su papel como tales y no sólo ante el profesor o tutor de turno, si los que “mandan” algo hicieran y dejaran hacer y fueran empujados por los valores pedagógicos en vez de los que marcan la urgencia y la burocracia, aunque hoy lo queramos llamar con nombres más pomposos que conceden certificados a las instituciones mientras sus alumnos siguen aburriéndose en las aulas…

Me voy, tal vez consiga ahí afuera en la calle algún apoyo y algo de compañía. Esta soledad me ahoga.

Javier Lozano

12 - 2 - 2013  

4 comentarios:

  1. `Cierto que todos sentimos muchas veces esa soledad que nos ahoga... pero igual en profesiones que tendrían que ser tan vocacionales, la persona que de verdad es profesional tiene que sentirse a veces completamente aislado. Menos mal que siempre hay una flor en medio de malas hierbas....

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  2. Javier, eso que te pasa a ti lo llamarían algunos exceso de responsabilidad...
    Yo te entiendo... crees que tu labor no es suficiente porque no está todo lo respaldada que debiera,, porque no entiendes que todos tengan el mismo interés y empeño que tú...
    Pero todos los que te conocemos SABEMOS que tu labor dará sus frutos, que en mayor o menor medida todos esos chavales tienen una suerte inmensa en haberte conocido y que mas pronto que tarde TODOS van a reconocer esto.
    Es posible que tengas alrededor mas de un individuo celoso de tu forma de actuar; por desgracia vivimos en una sociedad así de "molesta", cuando alguien se preocupa de los demás a sus "compañeros" no les parece bien, pero es solo porque se dan cuenta de lo mal que lo están haciendo ellos, de la falta de honorabilidad que tienen porque en el fondo les falta esa vocación.
    Aun hay demasiada gente en el mundo que no entiende que lo importante no es lo que hacemos, a que nos dedicamos, que lo importante es que lo que hagamos debemos hacerlo con intención de favorecer, a quien sea, a lo que sea...
    las instituciones son eso, instituciones, en realidad no son personas; aunque sen personas las que las conforman, estas no son mas que el interés de la propia institución, la mayoría pierden su propia identidad en beneficio de la dichosa institución y su burocracia y esta solo observa lo fácil, lo que queda bien y no lo que está bien...

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  3. ¡Ánimo Javier!, tu soledad está en todas las profesiones, te comprendo...... Muac....

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  4. Resulta chocante que trabajando en un colectivo tan amplio uno pueda llegar a sentirse solo. Seguro que esa soledad es la que te permite ver que tu línea de actuación es la correcta, te permite reflexionar y tomar decisiones acertadas para seguir adelante con los objetivos que te has marcado.
    Tú forma de hacer las cosas seguro que resulta molesta para muchos que comparten espacio contigo al poner en evidencia sus carencias, pero debes sentirte orgulloso de ser como eres y feliz de tu buen hacer. Tú mejor que nadie sabes que la labor de un buen profesor no es algo que se vea de inmediato, pero cuando se plantan buenas semillas la cosecha será de buena calidad.
    ¡Ah! Enhorabuena porque al leer tú blog compruebo que después de …….. años no ha disminuido la ilusión de aquel joven profesor que un día compartió espacio conmigo.
    Un abrazo.

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