Llegan los calores
y con ellos las angustias, las prisas, pero
en el fondo están los miedos que son muchos y variados. Miedo a ser otra vez el
señalado por los profesores, por los compañeros y por todo el que me rodea en el
día a día. Miedo a repetir el ya conocido fracaso, a escuchar por enésima vez la
típica perorata que también comienza con cada uno de los docentes y, tras
escuchar su eco en algunos compañeros, finaliza en casa con las reprimendas de
siempre que nunca tuvieron efecto.
Ha
sido un curso, una vez más, como el resto, luchando con esos números que me
controlan, ese cinco al que casi nunca puedo llegar porque, para acceder a
donde él se encuentra, tengo que atravesar bosques de fantasías y miedos, de
pájaros que llaman mi atención y de miles de intenciones sin terminar, donde a
cada paso, a cada intento, se apagan mis ilusiones porque me sacan de allí a
gritos, de mis ensoñaciones.
Quiero
que me empujes a salir de ese lugar que, lejos de ayudarme, me estropea la vida
porque nadie me entiende, porque todas esas cosas que llaman mi maltrecha
atención en lo cotidiano y aburrido, por qué no decirlo, llegan en el momento
más inoportuno, cuando dicen que debería estar como todo el mundo en lo que se
cuenta en clase, pesado algunas veces y complicado otras, pero necesario. No
entiendo aún para qué, pero necesario.
Alguien
debería explicarme por qué un triste número tiene que marcar mi vida diaria,
además el cinco al que le tengo ya una manía... Nunca lo consigo, no me ha
hecho nada el pobre, pero es que me lo lanzan una y otra vez como si fuera lo
más importante de conseguir en mi vida y para mí no lo es, yo solo quiero
aprender y ser feliz, pero la verdad es que me cuesta por todo lo que te estoy
contando.
Ahora
solo quiero que pase pronto este mes, estos días de agobios y tristezas, de
malas caras y a veces gritos, de mira que no haces más que dar mal, que no
trabajas nada, así nunca llegarás a ser nadie, mira tus compañeros, tu hermano
si que sabe lo que es estudiar y cientos y cientos de reproches que solo
consiguen hundirme más. Solo quiero que lleguen los días de correr por el
campo, por las calles del pueblo y las arenas de la playa llenas de gente que
no se mete conmigo y de olas que me ayudan a divertirme. Y si ha de llegar ese
curso que dicen que está a la vuelta de la esquina, que no me quite a la gente
que me comprende y que me ha ayudado, que no es mucha pero que la necesito, que
me ayuda a ser yo, a pesar de todo lo que me rodea. Eso del TDAH, me tenía que
tocar a mí. Trataré de darle la mano y seguro que un día veré que ha merecido
la pena luchar desde la incomprensión que ahora siento.
Javier
Lozano 9 - junio - 2019
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