miércoles, 15 de mayo de 2013

De niños buenos y malos


Uno ya no se sorprende de casi nada en este mundo educativo que nos ha tocado vivir.  Hace bastantes años, casi voy perdiendo la cuenta, que una tarde de junio me enganchó el TDAH y, por simpatía, todos los trastornos comórbidos o no que han ido cruzándose en mi vida ocupando hoy muchas de las horas de cada uno de mis días.

Llevo muchos años de docencia. A veces creo que son ya demasiados y otros me da la sensación de que va a llegarme esa jubilación, que cada día quieren llevar más allá, y no voy a tener tiempo para poder dar por estos críos que a diario viven a mi lado todo lo que llevo dentro. En toda mi carrera profesional me he encontrado con muchas familias y por lo tanto con otros tantos padres o madres y, como decía, ya no me asusto de casi nada. Eso sí, a unos los admiras por su trabajo, su tesón, esa perseverancia que a pesar de no obtener a veces los resultados deseados, les hace sentirse plenos de fuerza para poder sacar a sus hijos, lo mejor que tienen, hacia una vida mejor, a un mundo donde la felicidad tenga cabida. Entre sus retoños, esas inversiones de amor por las que un día decidieron apostar sin mirar al futuro más que para verles a ellos sonreír, se encontraron personillas con un gran corazón y a veces con una mente privilegiada, pero otras muchas esa mente no tenía las mismas capacidades y eso no fue obstáculo para seguir en la brecha, una lucha más incierta pero que da unos resultados mucho más valiosos, seguramente por escasos y costosos de conseguir, auténticos triunfos vitales para esos hijos inexpertos en esa vida que no fue del todo justa con ellos porque no les dio las mismas capacidades que al resto, aunque sí seguramente grandes dosis de bondad y una capacidad de amar y sonreír sin límites.

Junto a estas familias he ido encontrando, para mi sorpresa primero y mi tristeza y rabia después, algunas que sólo saben hablar de nivel, de compañeros que ralentizan las clases y que entorpecen el brillante ritmo de sus hijos y de niños molestos que no son un buen ejemplo para los suyos y para los que piden una justicia extraña que consiste en mandarlos a su casa y, en el mejor de los casos, en ponerlos en clases separadas de las de sus niños brillantes y en las que se molesten solo entre ellos, con sus movimientos excesivos y donde las extravagancias, problemas e incluso discapacidades si las hubiere queden selladas entre cuatro paredes y, lástima que no pudieran tener recreo aparte de sus hijos, por aquello de que ¿y si se contagia todo eso?

No sé. Yo creía que nada iba a mover ya a estas alturas mis cimientos educativos, los que estudié y, sobre todo, los que mi vida ante cientos y cientos de alumnos con sus padres incluidos han ido forjando en mi cerebro y en lo más profundo de mi corazón. Hoy, estaba dando vueltas a esta sinrazón que no hace mucho escuchaba sobre el tema y que no por ser poco frecuente, no deja de doler. Menos mal que parece que la cordura sigue imperando y que somos más los que luchamos por aquellos niños que nos necesitan que si no… apaga y vámonos. ¡Eso sí! Si al final deciden alguna vez hacer esa separación por capacidades, que no se olviden en meterme al aula puesta al margen de pitagorines y niños prodigio. Quiero ser uno más para remar con ellos contracorriente.

                                      Javier
                                      14/05/2013


2 comentarios:

  1. ¡¡¡Muchas gracias Javier!!!

    (http://mistdahfavoritas.blogspot.com.es/)

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  2. He estado mirando tu blog y veo que estamos en la misma línea, trabajando por los mismos niños y con un único objetivo que es simplemente luchar para que sean felices. Si me necesitas ya sabes dónde encontrarme, formamos parte del mismo Equipo. Gracias a ti Gloria.

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