domingo, 10 de febrero de 2013

El jardín de nuestra conciencia



Cada vez que respiramos vuela de nuestro corazón un sentimiento. Al amanecer, si damos un paseo por la pradera de nuestra ilusión, encontramos pegadas a las hierbas que cubren nuestras vivencias, gotas de rocío. Seguro que cada una de ellas es uno de esos suspiros liberados en la noche anterior.

Aunque caminemos con cuidado, de puntillas, vamos destrozando, reventando cada una de ellas, que irán explotando una tras otra en millones de minúsculos y brillantes cristalillos, porque todos lo sueños no se pueden mantener por siempre ni alimentar indefinidamente, muchos son imposibles de conseguir. Algunas gotas llegan a caer por su propio peso y se pierden en la tierra de nuestra existencia, pasando a regar nuestra vida y acrecentando nuestra experiencia. Muchas veces, de esa humedad que las gotitas dan a la tierra seca nacen nuevos sentimientos, algunos florecen y nuestros sueños se convierten en realidad dando flores de bellos y vivos colores, otros al nacer si admiramos sus primeros y verdosos brotes, presagian una alta y esbelta planta, fuerte y robusta, tornándose más tarde en pequeños pinchos que a la larga serán las espinas que no podremos arrancarnos en todos nuestros días.

Si cuando nace la primera, sabemos regarla con los latidos de nuestro corazón y arrancamos de raíz la segunda con la herramienta más poderosa que el ser humano tiene, la razón, nuestros días podrán ser más limpios, aunque no todo serán flores de bellos y vistosos colores, puesto que para que nuestras plantas den su fruto apetecido deberemos cuidarlas, protegerlas de plagas y sequías, del frío y el calor. Sólo así podremos pasear por el jardín de nuestra conciencia de la mano del amor, respirando alegría y felicidad a pleno pulmón.

Lo cierto es que hasta el mejor y más experto de los jardineros sufre para crear sus mejores flores y verlas florecer limpias y sanas en su hermoso jardín, clavándose alguna que otra espina que le hacen valorar más si cabe la belleza de su gran trabajo.
  
                                                                                Javier

                                                                          15-12-1999

1 comentario:

  1. Pues sí, las gotas que se pierden tienen también su valor... Son el poso para ayudar a las flores que realmente adornarán nuestra vida a ser tan bellas. Gracias a aquello que aparentemente se pierde crece una fuerza que nos hace valorar las flores de nuestro jardín, separar lo esencial de lo prescindible. Muy bien expresado, una bella (aunque un poco triste) metáfora

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