viernes, 14 de diciembre de 2018

Malditos números, una vez más


Todos los años la misma canción. Los malditos números, esos que día a día me acompañan en mis clases de matemáticas, parecen volver loco a todo el mundo. Sí, cada trimestre por estas fechas llegan las evaluaciones, esos momentos donde habría que ver si el alumno va superando dificultades, si ha evolucionado respecto del punto inicial de ese periodo y muchas valoraciones más, entre las que destacaría situaciones personales o familiares que, aunque no deban definir la nota con el consabido “probrecillo hay que aprobarlo”, ni por el “que se fastidie y estudie más” y otras lindezas por el estilo muy alejadas de lo que debería ser nuestro espíritu educador, deben ser tenidas en cuenta por aquello de que estamos educando, puesto que somos educadores y no simples contables de aciertos y errores.

Me canso siempre de la pregunta eterna ¿me llega la nota? ¿me has aprobado? que convierten a nuestros alumnos en cajas registradoras de calificaciones, llegando a ser auténticos “noteros”, calificativo que escuché hace tiempo y que, a pesar de que a mi alrededor sigo escuchándolo alguna que otra vez, odio de verdad. Debemos pensar que tras el alumnado están las familias y que, aunque muchas valoran su trabajo y progresión, otras, al unísono con docentes contables, hacen medias de las notas de sus hijos e hijas para ver si pasa del 4,9 al 5,0 o se queda colgado como nos pasaba de críos en aquella partida de la máquina que por un punto no nos daba otra partida gratis. Esto no es un juego, es algo mucho más serio.

En la familia se suma, se divide por el número de notas y se da por añadidura la bondad del alumno en la inmensa mayoría de los casos, con lo que está aprobado seguro. Pero la realidad es otra, la que el profesor ve del alumno, ese que ayuda, que atiende y trabaja o del que no para de molestar y ayuda a fracasar académicamente a su compañero. Por eso, con todos esos datos es más justo el proceso evaluador, puesto que se observan muchas más variables que un solo dígito que, vete tú a saber cómo se ha conseguido.

Así pues, espero antes de entrar en unos minutos en otra de esas reuniones de evaluación donde se hablan de tantas cosas, muchas de ellas irrelevantes, repitiendo hasta la saciedad cuestiones mil veces comentadas y que, lejos de medias y números malditos, se hable del alumno, de su propia individualidad, de sus progresos, de todo aquello que la hace más persona y menos masa, porque si para algo estamos en este mundo de la pedagogía es para educar, para enseñarles, junto con sus familias, a saber manejar mejor las habilidades sociales que les ayuden a conducirse como personas libres y responsables en este camino, a veces penoso pero otras muchas veces apasionante, que puede ser la vida.

                                               Javier Lozano, 14 - diciembre - 2018

1 comentario:

  1. A mí, personalmente,siempre me gustaron más las letras que los números...pero hay que reconocer que éstos constituyen elementos importantes de nuestra vida cotidiana, entre ellos las notas académicas. Y yo me pregunto: ¿por qué no nos olvidamos de esos "malditos números " y nos centramos en aprender, tanto educadores como alumnos?. Al fin y al cabo, el alumno que aprende acaba plasmandolo en una nota de la que poder sentirse orgulloso. Y por supuesto,por extensión, padres y educadores también deberían estar orgullosos del alumno por el esfuerzo y la ilusión demostrados en el apasionante mundo del aprendizaje.

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