Hace unos días fui con
el coche a hacer algunas cosas y tuve que esperar en un lugar donde no se podía
estacionar por lo que no me bajé. Mientras esperaba me fijé en el cartel que
presidía la puerta principal del que fuera mi colegio desde infantil hasta que
salí de él para ir a la universidad.
Arriba, bien alto, el
letrero indicaba algo que no me llamó en absoluto la atención. Aclaraba que se
trata de un colegio bilingüe. Pero eso ¿no es importante? Claro que lo es pero ¿no
lo son hoy casi todos? Pues sí, como también en un tiempo no excesivamente
lejano todos anunciaban su apuesta por las TIC's y desde hace menos años por la
innovación.
Todos estos cambios son
necesarios, yo diría que imprescindibles, para una educación del futuro, no esa
que tanto se empeñan en vendernos, la de los puestos de trabajo que hoy todavía
no existen, sino la que ya hoy debemos pensar para que cuando lleguemos a ese
instante esos puestos no sean ya, como muchos de hoy, historia.
El problema está, no en
los medios o estrategias a utilizar, muchas tan antiguas como la necesidad de
educar, con más años que los que las pretenden aplicar y hoy descubiertas por
muchos neófitos en estos y otros temas puramente educativos o pedagógicos. Su
voluntad, con fines más o menos altruistas en unos casos, y más o menos empresariales
o corporativos en otros, está fuera de toda duda, pero ¿es ese el camino que
acerca al docente al alumno y a este a la metacognición? ¿Trabajamos
correctamente en el desarrollo cognitivo de nuestros alumnos y en la transferencia
y duración en el tiempo de su efecto en el aprendizaje?
En realidad, como cuando vamos a
comprar algo a una tienda y nos fijamos en aquello que resalta más en el
escaparte por color, tamaño o cualquier otra característica que supera a los
objetos que tiene a su alrededor, en nuestros centros deberíamos tratar de
conseguir un efecto similar y buscar esas diferencias que realmente nos
distingan del resto.
Unos padres preocupados por la
educación de su prole, cuando buscan un colegio, quieren lo mejor y eso no
suele ser lo que todo el mundo tiene por inercia comercial en esta pelea por
conseguir cada día más alumnos en sus aulas, sino aquello que no aparece en los
carteles y que la mayoría pasa por alto y que es realmente lo que hace que un
centro tenga ese espíritu de progreso, de innovación real, lo que marca la
verdadera diferencia.
El motor de un buen funcionamiento
es el profesorado, su ilusión, su vocación, las ganas de entregarse a esas
personas que a diario entran en sus aulas. Unos docentes bien tratados por sus
equipos directivos y con una buena formación son la mejor inversión en futuro
para sus centros y, en consecuencia, para sus alumnos, independientemente por
supuesto de características personales como sexo, edad y otras muchas que
pueden diferenciar a unas personas de otras pero no hacerlas mejores o peores,
sino sencillamente diferentes.
¿Cuál será el próximo reclamo
educativo? ¿Se seguirá dejando a muchos docentes de lado? ¡Apañados vamos!
Javier
Lozano, 5 - Julio - 2018
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