Aunque
el día no era el más apropiado de mi agenda lo marque como imprescindible. Participar
en lo primero que organizábamos desde “La noguera” era historia de mi pueblo,
al menos historia afectiva, y allá fui. La “I andada a Santa Bárbara” estaba ya
preparada.
La
mañana se presentó fresca y las nubes amenazaban con darnos un buen remojón,
algo que no asustó a los que nos juntamos en el puente, junto al viejo lavadero,
al lado de la fuente de los siete caños. Unos saludos, cuatro risas y las
consignas de Mariano fueron más que suficiente para comenzar a caminar hacia
nuestra antigua ermita de la que quedan apenas las paredes.
Al
principio con una animada charlas. Poco después, al salir del camino de
Cocanil, las rampas que íbamos encontrando antes nosotros fueron convirtiendo
nuestras palabras en respiraciones entrecortadas por el esfuerzo. Al fin, ya
arriba, un despliegue de viandas y bebidas, de botas de vino al viento y de
fotos por doquier hicieron las delicias de los allí congregados, unas ochenta
personas unidas por una ilusión anclada en el recuerdo de lo que fue un pueblo
que algunos aún recordamos y que a otros les gustaría revivir. Posteriormente,
ese chocolate en el pabellón con quienes no pudieron subir, puso la guinda al
pastel.
Yo,
cada vez que necesito un sorbo de vida, unas dosis de tranquilidad para poder
afrontar la rutina diaria entre mis chavales del cole, sé cuál es la solución.
Basta con montar en el coche con cuatro cosas y poner rumbo a Moros, ese pueblo
que rebosa tranquilidad y cariño a partes iguales. Tranquilidad que está
empezando a ser excesiva por el abandono obligado o voluntario de sus
habitantes. Cariño porque siempre me he sentido muy querido, pero veo que según
pasa el tiempo, mucho más si era posible.
Además,
en los últimos años he comprobado que se está produciendo en mi caso una especie
de fenómeno de reintegración en el pueblo, en el que ya me sentía integrado.
Tal vez mi participación en la Semana Cultural en varias ocasiones o el actual
fenómeno de las redes sociales, o mi blog, han hecho que mucha gente joven,
totalmente desconocida para mí en muchos casos a pesar de ser sus padres familia,
amigos o conocidos, hayan comenzado a saludarme y en bastantes ocasiones a
compartir algunos minutos de charla. Todo esto me hace tremendamente feliz.
Simplemente
quería desde estas líneas lanzar un grito de ánimo a cuantos nos hemos
embarcado en la tarea de dar algo más de vida a nuestro querido y bonito pueblo,
que sigamos ilusionados y dispuestos a participar en cada una de las
actividades que se vayan programando y, sobre todo, que seamos capaces de extender
esa ilusión a cuantos han ido dejando de lado las empinadas calles y sus singulares
parajes, que seamos capaces de impregnar de nuestro cariño por ese casco urbano
tan peculiar también a esos amigos a los que siempre queremos agradar con algo bonito
en algún momento. Una visita a nuestro pueblo es un buen regalo para la vista y
el espíritu.
Únicamente
decir que me lo pasé muy bien, a pesar del esfuerzo que me costó subir porque
mi espalda cada día se opone más a estas cosas, pero mi corazón y mi cabeza ya
están pidiendo a gritos que llegue la siguiente ocasión en que pueda reunirme
con todos vosotros allá en mi pueblo, donde se creó la historia de mi familia.
Hasta
pronto
Javier
Lozano 3 - mayo - 2018
Que bonito es leerte Javier!
ResponderEliminarMuchas gracias María. Si siempre escribo las cosas con ilusión y cariño, esta vez más que nunca tratándose de estas cosicas de nuestro pueblo al que tanto quiero y al que hay que ayudar a recuperarse como sea entre todos, cada uno desde nuestras posibilidades.
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