jueves, 3 de mayo de 2018

Una mañana de historia afectiva


Aunque el día no era el más apropiado de mi agenda lo marque como imprescindible. Participar en lo primero que organizábamos desde “La noguera” era historia de mi pueblo, al menos historia afectiva, y allá fui. La “I andada a Santa Bárbara” estaba ya preparada.

La mañana se presentó fresca y las nubes amenazaban con darnos un buen remojón, algo que no asustó a los que nos juntamos en el puente, junto al viejo lavadero, al lado de la fuente de los siete caños. Unos saludos, cuatro risas y las consignas de Mariano fueron más que suficiente para comenzar a caminar hacia nuestra antigua ermita de la que quedan apenas las paredes.

Al principio con una animada charlas. Poco después, al salir del camino de Cocanil, las rampas que íbamos encontrando antes nosotros fueron convirtiendo nuestras palabras en respiraciones entrecortadas por el esfuerzo. Al fin, ya arriba, un despliegue de viandas y bebidas, de botas de vino al viento y de fotos por doquier hicieron las delicias de los allí congregados, unas ochenta personas unidas por una ilusión anclada en el recuerdo de lo que fue un pueblo que algunos aún recordamos y que a otros les gustaría revivir. Posteriormente, ese chocolate en el pabellón con quienes no pudieron subir, puso la guinda al pastel.

Yo, cada vez que necesito un sorbo de vida, unas dosis de tranquilidad para poder afrontar la rutina diaria entre mis chavales del cole, sé cuál es la solución. Basta con montar en el coche con cuatro cosas y poner rumbo a Moros, ese pueblo que rebosa tranquilidad y cariño a partes iguales. Tranquilidad que está empezando a ser excesiva por el abandono obligado o voluntario de sus habitantes. Cariño porque siempre me he sentido muy querido, pero veo que según pasa el tiempo, mucho más si era posible.

Además, en los últimos años he comprobado que se está produciendo en mi caso una especie de fenómeno de reintegración en el pueblo, en el que ya me sentía integrado. Tal vez mi participación en la Semana Cultural en varias ocasiones o el actual fenómeno de las redes sociales, o mi blog, han hecho que mucha gente joven, totalmente desconocida para mí en muchos casos a pesar de ser sus padres familia, amigos o conocidos, hayan comenzado a saludarme y en bastantes ocasiones a compartir algunos minutos de charla. Todo esto me hace tremendamente feliz.

Simplemente quería desde estas líneas lanzar un grito de ánimo a cuantos nos hemos embarcado en la tarea de dar algo más de vida a nuestro querido y bonito pueblo, que sigamos ilusionados y dispuestos a participar en cada una de las actividades que se vayan programando y, sobre todo, que seamos capaces de extender esa ilusión a cuantos han ido dejando de lado las empinadas calles y sus singulares parajes, que seamos capaces de impregnar de nuestro cariño por ese casco urbano tan peculiar también a esos amigos a los que siempre queremos agradar con algo bonito en algún momento. Una visita a nuestro pueblo es un buen regalo para la vista y el espíritu.

Únicamente decir que me lo pasé muy bien, a pesar del esfuerzo que me costó subir porque mi espalda cada día se opone más a estas cosas, pero mi corazón y mi cabeza ya están pidiendo a gritos que llegue la siguiente ocasión en que pueda reunirme con todos vosotros allá en mi pueblo, donde se creó la historia de mi familia.

Hasta pronto

Javier Lozano 3 - mayo - 2018

2 comentarios:

  1. Muchas gracias María. Si siempre escribo las cosas con ilusión y cariño, esta vez más que nunca tratándose de estas cosicas de nuestro pueblo al que tanto quiero y al que hay que ayudar a recuperarse como sea entre todos, cada uno desde nuestras posibilidades.

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