lunes, 23 de junio de 2014

Las ambigüedades de Ulrike

Ulrike Gondelsh. Ese es el nombre que aparece en el reverso de la fotografía que estás viendo, una más en blanco y negro rescatada de aquel mercado donde Manfredo y él, junto a la cajita misteriosa yacían entre trastos viejos y abandonados esperando la mano ajena que revolviera el montón donde se encontraban juntos entre amasijos de papeles y desvencijados cacharros, tanto o más que los recuerdos que encierran, de los afectos que atesoraron o de las intenciones que las hicieron posibles. Sólo el paso del tiempo que los difuminó y coloreó de amarillentas tonalidades sabe de la verdad, su verdad.

La ambigüedad de la foto me desconcierta. No sé si quedarme con el sol postrero que aporta una sensación alegre de día primaveral por estrenar, o con la sombra amenazante que hace que el niño centre en la persona que la proyecta, su ingenua mirada. El verde de las plantas al sol, la valla de madera del fondo e incluso su expuesta intimidad infantil en forma de orinal, dónde el pequeño está sentado, me empujan al abismo que como en el caso de Manfredo pudo abrirse con los años.

¿Daría luz a sus días ese sol o simplemente fue un espejismo infantil? ¿Le perseguiría esa sombra años después o pertenece a la persona que siempre le protegió? Es complicado saber nuestro futuro en cualquier momento, pero más a tan tierna edad porque el mañana siempre nos está acechando.

Me sigue impactando desde que la vi esa carita entre concentrada y dulce, ese gesto que sugiere interés a la vez que ingenuidad, expectación mezclada de tensión por lo desconocido, lo que está por venir. Una carita que tal vez con el tiempo cambiaría. Como Manfredo ¿será hoy un entrañable setentón? o el inexorable paso del tiempo lo convertiría ya hace algún tiempo en parte del terreno en que vivimos, en un recuerdo o tal vez en un fragmento de olvido convertido en papel color ya casi sepia por los años pasados en un cajón de la casa de la que fue arrancada la foto.

A pesar del tiempo pasado, de los hechos que pudieran habernos acontecido, a pesar de todos los pesares, e incluso de negar evidencias que pasan a diario ante nosotros, tal vez sería bueno poner ante nosotros una foto como la de Ulrike, de cuando todavía estaban intactas nuestras pasiones y nuestro futuro prácticamente sin estrenar, para cuestionar lo que nuestra carita infantil nos está diciendo. Hazlo, es un buen ejercicio, cuestiónate, atrévete a meterte en ti mismo y a recuperar ilusiones perdidas.

Javier Lozano 18 - 6 - 2014 


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