miércoles, 25 de junio de 2014

Las merecidas vacaciones

Por fin llegan las vacaciones. Todos los años igual, las llevamos esperando tanto tiempo y cuanto más nos acercamos a ellas más parece que se alejan. Hoy ya han desocupado nuestras aulas los últimos supervivientes a este curso que ya sucumbe, se han dignado a visitarnos para recoger sus calificaciones tras las últimas recuperaciones, porque lo que es a recuperar... han emborronado, en el mejor de los casos, unos papeles y se han ido. Lo curioso es que se despiden como si de unos amigos se tratara, conscientes de que nos veremos en septiembre para algo similar, pero los ves desaparecer tras la puerta con una sonrisa sincera de cariño, despreocupación, pasotismo, impotencia... nunca lo llegaremos a saber.
        
Eran los pequeños de la E.S.O., chavales inconscientes aún en muchos casos, desanimados unos, provocadores otros, desprovistos de objetivos y de muchas cosas más, pero sobre todo con ganas de vivir, de disfrutar de estas vacaciones en la sociedad que los ha embrutecido y adormilado, que los intenta absorber con sus fauces para sus adentros para convertirlos en una masa despersonalizada.

Estos días interminables de peregrinación por los pasillos de la Escuela de impenitentes jóvenes despedazados por el sistema, algunos muertos vivientes académicamente, ya ni siquiera acompañados de aquellos textos desgajados de antaño, no puedo parar de darle vueltas a una situación que para ellos, para este curso, ya no tiene sentido ni razón de ser, pero que debemos evitar que afecte a los siguientes alumnos que se sienten en el septiembre próximo ante nosotros.

Nos vamos a la piscina, la montaña, el pueblo o la playa con la conciencia bien tranquila. Hemos realizado aquel trabajo que comenzaba hace algunos meses y hemos sobrevivido un año más, pero ¿no podríamos hacer más por estas fierecillas? Debemos plantearnos cuestiones que nos hagan pensar en más de un momento este verano, sí, aunque estemos de vacaciones, aunque sean merecidas. Sólo si sabemos encontrar nuestros errores, y sobre todo si sabemos reconocerlos, podremos superarnos como sería deseable de acuerdo con nuestra deontología profesional.

No lo hacemos perfecto, ¡vamos! yo al menos no, y no cuesta nada mejorar un poco en esos errores que a diario por desconocimiento, pereza o negligencia cometemos y que pagan nuestros alumnos, sin mala intención, como muchas de sus actitudes ante nosotros, pero que pueden ser el detonante que los separe de nuestro lado, de nuestra labor en clase como profesores, tutores e incluso como compañeros de viaje en esta vida que con ellos nos ha tocado compartir.

Creo que merece la pena que hagamos un esfuerzo por ellos, está en nuestras manos el evitarlo, al menos en nuestro Centro. ¡Animo! sólo si nosotros queremos y lo intentamos codo con codo lo podemos lograr.

                                          Javier Lozano 25-06-14

2 comentarios:

  1. Vaya que si merece la pena!! pero hay tan pocos que lo creen que yo este curso lo recordare como el peor que he vivido de todos sumando los de mis hijos y los míos. Felicidades Javier, ¡porque tu lo vales!. Un gran abrazo amigo, y MAESTRO con mayúsculas.

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  2. Gracias Mª Elena. Yo creo que todos, independientemente del desarrollo del curso y los resultados del mismo las merecemos. Otra cosa es que al final las cosas se hayan hecho mejor o peor y con mejores o peores intenciones. Lo más positivo en tu caso, es que si ha sido el peor, el siguiente va a ser mejor que el pasado seguro. Besos y mucha suerte.

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