miércoles, 22 de mayo de 2019

Dificultades ante la clase de matemáticas


Muchas veces nos preguntamos qué problemas presentan nuestros alumnos y alumnas a la hora de estudiar matemáticas. Dándole vueltas me di cuenta de que, antes de llegar a enfrentarse con la asignatura, se encuentran con muchos inconvenientes que influyen negativamente, unos por la edad, tal vez la temida adolescencia, otros simplemente conductuales, probablemente en muchos casos, influidos en mayor o menor grado por lo anterior, pero hay un factor que debemos cuidar con mimo y que se está dejando algo de lado en los últimos tiempos, la organización del aula y los espacios entre clases, esos en que se suelen quedar los alumnos algunos minutos solos.

Cuando entras al aula, suponiendo que el cambio de profesor se haya llevado lo más cuidadosamente posible, puedes encontrarse como poco, a dos o tres alumnos fuera de su sitio, incluso correteando. No digo que tengan que estar sentados y callados repasando lo que se va a ver en la siguiente clase, que no estaría nada mal, pero lo habitual es que el resto se encuentre también vociferando y gritando sin mesura. Eso no favorece la clase siguiente. Bastaría con un poco de control para que hablen relajadamente, pero sin alterar un orden que después es muy difícil de recuperar y que, en el mejor de los casos, nos roba un buen puñado de minutos.

Ahí entra el papel del profesor. Todo el mundo, al verle aparecer, debería prepararse para empezar la clase, pero no. Por suerte pasaron a la historia antiguos métodos, felizmente erradicados, como el golpe en la mesa, los gritos y otros peores. Hoy deberíamos recurrir a la razón, a enseñar a respetar el silencio, a los compañeros y al profesor, persona clave en el proceso educativo. En los últimos años se ha conseguido incrementar al máximo el respeto al alumno, pero con el profesor no ha ocurrido lo mismo, e incluso en muchos casos se ha mermado llegando a mínimos preocupantes.

Muchos de los alumnos y alumnas de nuestros centros creen asistir a ellos como el que va a un grupo juvenil en un día de fiesta. Esta idea la veía hace poco al leer en prensa una entrevista realizada a la pedagoga sueca Inger Enkvist, “La nueva pedagogía es un error. Parece que se va a la escuela a hacer actividades, no a trabajar y estudiar”. En clase, tras muchos años, se consiguió hacer desaparecer el miedo que pasamos muchos en épocas negras de la educación de este país, donde casi todo lo arreglaban, supuestamente, con un bofetón o la humillación ante los demás. Hoy hablar, reírse e incluso canturrear en clase parece algo casi normal, cuando no se maneja un móvil a escondidas o a veces sin ningún pudor. Este tipo de situaciones hace que tengamos que vernos enfrentados a momentos casi surrealistas, cuando el sentido común las muestra como fuera de lugar para cualquier persona sensata.

Tras todo esto, eso sí, llegan unas calificaciones cuestionadas en muchas ocasiones por familias que creen tener un hijo o hija al que desconocen en su hábitat educativo, pero que en casa cuenta la feria según le va y le conviene. Mientras tanto lo pasa en grande amparado en la masa. Eso sí, tras tres meses de no hacer nada, ante el pavor del qué me dirán en casa, no del suspenso en sí, preguntan si pueden hacerte un trabajo extra. ¿Extra? Si no han hecho nada hasta ese momento. Les explicas que lo evaluable es el trabajo diario. Como leía en Twitter hace unos días, bastan tres pasos para aprobar cualquier asignatura: 1. Trabaja 2. Un 3. Poquito. Me pareció simpática la idea, a la vez que muy acertada.

Ahora llega el fin de curso y todos quieren llegar a la meta del aprobado. ¿Te imaginas a un deportista que se levanta tarde y, llegando media hora tarde a la salida pretende alanzar a los demás? Me temo que sería imposible. Pues algo así ocurre. Gente que de repente quieren llegar al triste aprobado rapado después de casi más de nueve meses sin apenas trabajar.

Así que después de darle muchas vueltas a qué problemas tienen mis alumnos y alumnas a la hora de estudiar matemáticas, llego a la conclusión de que no son muy distintos a los de las demás asignaturas, puesto que se está perdiendo, y no sé si llegamos ya a tiempo, el valor del esfuerzo, algo muy importante en el aula, pero mucho más todavía después a lo largo de la vida.

Una vez recuperado ese valor, amparado en un interés por el conocimiento que debemos fomentar, tanto de la materia por los alumnos, como del profesorado por las técnicas utilizadas para acercarlo a los estudiantes, podremos hablar de los problemas concretos que afectan a la asignatura que nos ocupa, porque mientras no se adentren en ella no hay asignatura y por lo tanto no pueden saber lo que tiene de dificultad, pero tampoco de atractiva.

Javier Lozano, 22 – Mayo – 2019

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo Javier. Para poder conseguir todo eso es imprescindible una educación en casa, cosa harto difícil en estos tiempos, porque yo sigo pensando que a los chicos de hoy sobretodo hay que enseñarles primero de todo a respetar. Así sería todo mucho más fácil en todos los ámbitos y eso ahorraría muchos problemas. Pero insisto que el respeto es un traje que hay que ponerse en casa antes de salir.

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  2. Veo que no estaba muy equivocado entonces. Muchas gracias

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