sábado, 5 de febrero de 2022

"Ajustar un número con la palabra"

Desde que empezó el curso, como siempre, me he ido fijando en cada una de las personas que conviven conmigo en mis asignaturas en cada uno de mis grupos. Poco a poco algunas, con total transparencia, te cuentan sin palabras su situación personal. Más tarde, cuando su tutor o tutora te explica algunas cosas, ves que no ibas muy desencaminado con lo que sus gestos y miradas te expresaron.

Entre los que más me han llamado la atención, esos a los que hay que seguir constantemente, he encontrado un pequeño puñado a los que se debe acompañar con sumo cuidado. A unos sin que lo noten demasiado, a otros casi sin que se enteren y a los otros estando encima de ellos y que vean que estás casi sentado a su lado.

No hablo del comportamiento, ni de lo académico, y sin embargo en algunos hablo de los dos. Tengo de todo. Un chico totalmente inseguro con una capacidad increíble, pero que hasta para la cosa más simple necesita confirmación de que lo hace bien. Para eso, nada más explicar algo veinte veces, viene a mi mesa con un “no lo entiendo”. Le he hecho ver que es muy bueno y que tiene que creer en él y vencer esa inseguridad. Me dice que siempre ha sido muy inseguro. Luego cuando conoces su vida entiendes casi todo. Necesita afecto.

Hay de todo, despistados, vagos, listillos que lo saben siempre todo y un sinfín de tipos, como es normal en cualquier clase como grupo social que es. Entre ellos veo sin demasiado esfuerzo a los que presentan un perfil claro de TDAH con y sin hiperactividad y otros trastornos, a los que no podemos dejar de la mano.

Al final de la primera evaluación, una tutora me pedía los exámenes de un chico porque su madre quería ver dónde fallaba. No tengo problema por enseñarlos, además verlos es su derecho, pero creo que el intercambio de opiniones es fundamental. La palabra aclara muchas cosas. Pedí su teléfono y la llamé. Con los exámenes delante, después de explicarle la actitud del chico en clase, totalmente entendible tras conocer tiempo atrás su origen y lo que ha vivido hasta llegar hasta este momento, hablamos de sus errores y le ofrecí a la madre mandárselos, e incluso que viniera cuando quiera personalmente. Yo le expliqué, por supuesto sin que se lo contara a su hijo, que mi intención era aprobarle la primera evaluación, aunque le faltaría algo seguramente tras el único examen que quedaba por hacer. El esfuerzo y la progresión en esos tres meses era claro y con ese pequeño empujón seguro que en la segunda irá a más y si no, tampoco perderíamos mucho.

Lo mejor de toda la conversación legó al final. La madre me dijo que ya no necesitaba ver nada después de escucharme. Me explicó su idea respecto a las calificaciones, una noción que yo he comentado muchas veces. No creía que un número definiera realmente el trabajo de un alumno, además de muchas otras cosas. La progresión y su interés dan una idea mucho más clara de su trabajo real y por eso que falten o sobren unas décimas no deben marcar al alumno injustamente para echarlo a un lado u otro.

Mi alegría al ver que no estás solo en estas ocasiones es fundamental para seguir trabajando sin perder la ilusión que otros, y no el alumnado precisamente, ya te quitan por otros lados.

                                             
Fco. Javier Lozano – 04 – febrero – 2022
 

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