lunes, 1 de junio de 2020

Un año de “El origen de un sueño”


Hoy que todo parece más parado que nunca con esta pandemia, esta pesadilla que nos ha cambiado muchas cosas a todos, desde las laborales a las afectivas, desde las más cotidianas a las más excepcionales, al echar la vista atrás te das cuenta de que la locución latina tempus fugit no la frena ni este maldito virus, así que el tiempo vuela como volaba antes de esto.

Este sábado por la tarde hizo un año ya que estábamos juntos abarrotando el salón de actos de la Biblioteca de Aragón de Dr. Cerrada de Zaragoza. Eso ahora mismo sería inviable. El recuerdo de aquella tarde será siempre algo muy especial, imborrable, como lo son las imágenes que tuvieron lugar en el Pabellón de Moros, cuando la gente de allí tuvo conocimiento de su existencia, allá en mi querido pueblo de la Comarca de Calatayud donde se desarrolla la novela a principios del siglo XX.

Quiero simplemente tener este sencillo y emotivo recuerdo en agradecimiento a las personas de todos los lugares, no solo de Moros o Zaragoza, que me acompañaron aquel bonito día y a todas las que desde otros muchos lugares (el libro ha llegado hasta Australia) me han hecho sentir momentos muy agradables y llenos de felicidad al hablarme de cómo les ha llegado a emocionar la novela por sus recuerdos, de nuestro pueblo o de cualquier otro, porque en esencia las vivencias que hemos tenido desde niños son muy parecidas en cualquiera de ellos, solo cambian los lugares y los nombres de los personajes.

Muchas gracias a todos que hicieron posible ese maravilloso día, además de amigos, familia y demás asistentes. Me refiero al escritor Severino Pallaruelo que hizo un magnífico prólogo, a Chema Alejandre, como voluntario representante del pueblo, por subir a contar sus entrañables recuerdos de mi historia por sus calles, a Manuel Santos por su especial e irrepetible presentación, a Alberto Alejandre por su bonita canción en directo con su guitarra, a Luis Rabanaque por su vídeo de recuerdo, a algunos alumnos y alumnas de la actualidad y de mi primer colegio… e incluso aquel señor mayor desconocido que surgió del público y nos hizo sonreír a todos alabando al escritor y a la gran cantidad de gente que allí estábamos (al final se acercó a despedirse mientras firmaba libros y me regalo un puñadico de caramelos de menta). En definitiva, a todo el mundo que, en persona o desde su ausencia con su recuerdo e intención, me arropó ese día.

Muchas gracias a todos

Javier Lozano, 31 - mayo - 2020

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