domingo, 9 de febrero de 2020

"Así no se puede trabajar"

Hace unos días, en el teatro de Las esquinas de Zaragoza, sonaba un móvil mientras Lola Herrera representaba el monólogo de la obra de Miguel Delibes “Cinco horas con Mario” con el consiguiente revuelo y el eco en medios de comunicación y redes sociales. La actriz paraba su actuación y, dirigiéndose a la dueña del aparato decía "apáguelo, por favor, así no se puede trabajar" abandonando el escenario durante un rato antes de volver a escena.

La entiendo perfectamente, me siento identificado con ella en mi día a día, tal vez por ese actor que todo maestro (y recalco la palabra maestro) llevamos dentro cuando estamos ante nuestros alumnos, porque para motivarles, empatizar con ellos, conseguir su atención y, en definitiva, conseguir que lleguen a creer en nosotros y en nuestra labor, tan importante para ellos y su futuro, es necesario actuar de algún modo.

Esta semana he aprovechado la noticia en los grupos de 2º de ESO donde doy clase para que extraigan de ella un aprendizaje básico, no solo para cuando vayan al cine, al teatro u otro acto así, si no para sus clases. En estos grupos los móviles, por suerte, aparecen y desaparecen al menos hoy, al entrar y salir del aula como si de extensiones de sus brazos se tratara. A estas edades hay algo más molesto, la lengua y su afán desmedido por hablar sin parar con el compañero que tienen al lado.

Al entrar a clase, mientras muchos guardan sus móviles, se van sentando en grupos de cuatro o cinco, ya nunca en filas e individualmente ni un solo minuto, dispuestos a iniciar una explicación, trabajo o tiempo de estudio, en esta disposición preparados ya para cualquier técnica de aprendizaje cooperativo que se quiera realizar.

Si ya cuesta mucho que dejen de hablar y saquen libro, cuaderno y bolígrafo, mucho más que su atención se mantenga unos minutos. Es lamentable tener que pedir durante los pocos tiempos de explicación, una y otra vez, cada medio minuto, un silencio que deberían saber necesario para ellos, incluidos los pocos que todavía saben respetar la labor del profesor y el derecho a atender de sus compañeros. Así la calidad de las clases no puede ser buena ni, lógicamente, su rendimiento posterior, resintiéndose las calificaciones con total seguridad, algo que preocupa a algunas familias mucho más que lo que hagan sus hijos en clase.

Así no es posible atender como se merece y como debe hacerse al alumnado en general y, lo que es peor, a todos aquellos que tienen algún problema, e incluso que sin tenerlo necesitan más de tiempo y, sobre todo, silencio para asimilar conceptos.

Yo, les pregunté cómo se sentirían si en el cine a cada instante durante la proyección de la película que han ido a ver entusiasmados, pararan la proyección para que se callara “por favor” el señor de la fila tres o los jóvenes de la veinticinco o… Seguro que a todos les extrañaría y molestaría como a los que en el teatro la otra noche oían sonar el móvil. Los chicos parecerían recapacitar mientras se lo contaba, incluso esa clase estuvieron mucho más atentos y dejaron atender al resto.

Al día siguiente y los que han seguido tras ellos, las cosas han vuelto a ser similares. Es una pena, aunque espero que, como la mayoría de las enseñanzas de este tipo que se suelen intentar día a día, vayan calando, aunque solo sea un poco. De todos modos, no sé si preocuparme o no, porque los días siguientes en el teatro de Las esquinas de Zaragoza, mientras Lola Herrera volvía a interpretar la obra de Miguel Delibes, los móviles volvieron a sonar.

                                    Fco. Javier Lozano - 8 - febrero - 2020

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