Hoy es el primer día de la felicidad, la alegría, la risa y, además de muchas más cosas, el de ponerse de comer hasta reventar. Luego vendrán unos cuantos más. Esa es la teoría porque luego la realidad, siempre testaruda, se empeña en complicarlo todo y la situación empieza a cambiar. ¿Alguien ha visto o vivido a su alrededor todo eso que pregonan los medios de comunicación en sus anuncios? Yo la verdad que no. A veces en pequeños momentos o determinados grupos, pero poco más.
No
quiero con esto desanimar a nadie hoy que todo el mundo lleva días felicitando
a cuanta gente se encuentra a su alrededor. Todo lo contrario. Pretendo
concienciar a cuantos me seguís para que reconozcáis la realidad de cuanto nos
rodea, tanto a nivel familiar, como local y hasta mundial, para que desde ahí
valoremos nuestra propia felicidad y cuanto de bueno haya en su origen, pero
también que no olvidemos todo aquello que nos permite ser así y que a otras
personas la vida no les ha dejado.
Por
esto, que nuestros propósitos de hoy, de los que vamos deseando a todo el
mundo, yo el primero, tengan en nuestro corazón y en esas buenas intenciones
una pequeña semilla que a lo largo del tiempo vaya germinando hasta general
felicidad en los demás, incluso de manera inconsciente.
Pensemos
por un momento que para que nosotros disfrutemos de estos días de fiesta, hay
gente que tiene que hoy trabajar, algo elemental pero cierto. Un pequeño
problema, pero real. Y a partir de ahí todos los que queramos adivinar. Desde
personas enfrentadas en las familias por cuestiones tan “serias” como el dinero
o cuestiones que lo generan, hasta otras que no tendrán la suerte de tener ni
una cena digna, en el caso de que tengan algo que llevarse a la boca. Entre
esos límites el resto que cada uno imaginará rápidamente pensando algunos
segundos.
¿Por
qué todo este rollo en este día que debe ser tan feliz porque así lo manda la
tradición? Para que desde hoy, con nuestra actitud y nuestra sonrisa comencemos
a generar esa energía que le falta al mundo para que todas las personas sean
algo más felices, cada una desde sus posibilidades, y no solo económicas, sino de
todo tipo. Desde este mismo momento sonríe a la persona que tienes al lado. Sí,
venga, ya tardas. ¿Has conseguido hacerla sonreír? Ese es el espíritu real de
la Navidad y de cualquier segundo de nuestra vida. A partir de ahí, saluda a
esa persona que pasa a tu lado en la escalera, el garaje o donde sea. Sorpréndela
pero con la sonrisa bien puesta sobre tu cara, que lo note.
Si
realizas ese ejercicio estos días, si tratas de hacerlo también después, día a
día, todo el año, seguro que esa sonrisa lleva a otra y tal vez en un tiempo,
al menos la gente de tu entrono sea algo más feliz y poco a poco podamos
extender a este mundo que tanto lo necesita algo más de alegría. Qué no falte
una sonrisa en ningún hogar pero jamás en la carita de un niño y de esas personas
que ya, cargadas de mucha vida, de muchos años, ven en nuestro cariño un motivo
para poder seguir viviendo hasta que tengan que partir junto a esos seres
queridos que estos días tanto echamos de menos. ¡Sonríe! Porque sonreír,
además, es gratis.
Javier
Lozano 24 - Diciembre - 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario