Mira al papel, luego a la ventana
y resopla. Le hago una señal para que recuerde que las ecuaciones le esperan en
el control que tiene ante sí, pero la gente que sube y baja por la rampa de
acceso al edificio llaman mucho más su atención.
Desde
la distancia, y el plus de altura que me da la mesa que ocupo ante mis alumnos
sobre la tarima, le recuerdo otra vez con gestos, que sólo él y yo vemos, que
el tiempo corre y los minutos, empujados por sus bulliciosos segundos, van
discurriendo lentos pero sin dejarse escapar ni uno solo hacia el abismo que
supone el din don que marcará el final de la clase.
De
repente levanta su cabeza del papel, al que había echado un fugaz vistazo, y me
mira, me hace un gesto y viene hacia mí. Me preocupa que su falta de atención y
esa dispersión que le provoca su impulsividad le hayan hecho perderse en el
abismo algebraico. Cuando llega a mi lado, la sorpresa es absoluta. Me enseña
el control totalmente hecho y aparentemente no tiene mala pinta. Únicamente,
así por encima, en un rápido vistazo un par de signos han cambiado de posición
como si jugaran a las esquinas y algún resultado final parece haber jugado al
escondite con su signo.
Mi
alumno, buen chico pero con el despiste mayúsculo que le proporciona su déficit
de atención y una dispersión brutal, que surge sin lugar a dudas de su
hiperactividad y su impulsividad, lucha contra todo ello para aprobar mi
asignatura, cuando se acuerda y su madre o yo se lo recordamos.
Unas
horas más tarde, ya en casa, he revisado los controles y al final, entre otros
casos similares que llevo animando y apoyando estos tres meses de evaluación,
ha aparecido el suyo y ¡bueno! Algunos signos no se han resistido al baile que
él ha preparado, no sabría decir el ritmo del mismo, pero al anotar esta
calificación entre las restantes de los últimos tiempos, como suele decirse
vulgarmente, rozando con el culo en el suelo, pero ha aprobado, y por él mismo.
Lo ha conseguido, como otro par de casos que me preocupaban especialmente.
Ellos se sentirán mejor y sus familias también, pero yo… me siento feliz, sobre
todo cuando vea mañana sus caras al decirles que han conseguido superar una
evaluación más, venciendo sobre todo sus angustias y sus miedos y aumentando
esa autoestima que tanto necesitan para salir adelante.
Javier Lozano 16 - Marzo - 2015

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