Partía de Zaragoza con una pequeña maleta con algo de ropa y las cosillas necesarias para un viaje, además de una bolsa colgada al hombro con cuatro cosas para entretenerme por el camino y para el II Congreso TDAH al que me dirigía. El resto de necesidades básicas, como siempre que haces estos viajes, no caben en la maleta, así que las llevas en tu cabeza y tu corazón.
Una vez allí, como siempre que voy a cualquier otro lugar, me recibieron y trataron muy bien y tras descansar del largo viaje, al día siguiente comenzaba las actividades para las que había sido solicitado. Primero una sesión de formación con orientadoras de la ciudad de Ceuta en la Dirección Provincial de Educación y posteriormente, por la tarde, la segunda jornada del Congreso del que era ponente ese día cerrándolo. Entre ambas actividades un arduo e inútil esfuerzo para solucionar un problema informático al que le dio solución un chico de 12 años minutos antes de empezar la sesión. Un claro ejemplo de que nuestros chicos son capaces de desarrollar sus capacidades hasta donde sea necesario si les dejamos. Al menos tienen que intentarlo. Los límites los tienen que encontrar ellos. El día terminaba con un buen amigo cenando con un rato de charlas y algunas risas.
Al día siguiente volvía a hacer el recorrido inverso realizado dos días atrás. El helicóptero hacía su recorrido y a la espera de más de cuatro horas para subir al AVE en Málaga se unían que venía con un retraso de 35 minutos y la llegada a Zaragoza con más de una hora también de retraso sumado al anterior, así que un día entero de un sitio para otro. Dos días después estaba todavía en casa algo desubicado.
Tras estas aventuras, siempre me quedan algunas cosas que dan vueltas en mi cabeza. Una de ellas es que esas personas con las que convives unas pocas horas nunca sabes si algún día las volverás a ver, habiendo dejado en ti ese agradecimiento por haber ido hasta su ciudad y por esa ayuda que te agradecen y de la que no llegas a ser verdaderamente consciente que haces por esas familias y esos chicas y chicas que sufren día a día su situación en el colegio, en la calle o en la sociedad en general. Pienso en la cantidad de lugares, ciudades o países que he visitado y recuerdo caras, palabras y muestras de agradecimiento que nunca se olvidan.
Al volver, tras los arduos viaje de ida y vuelta y el intenso día intermedio, regreso a casa con la maleta y la bolsa al hombro. Noto que su peso es el mismo que a la ida, pero sin embargo la noto llena, mucho más llena porque va repleta de agrado, palabras, sonrisas y afecto. Además, lo más importante, capaz de camuflar todo el cansancio acumulado, es la enorme satisfacción de haber conseguido llegar a gente que necesitaba mi pequeña labor, la satisfacción del deber cumplido una vez más.
Fco. Javier Lozano – 3 de diciembre de 2025





